TÍTULO: “AÚN TE QUEDAN RATONES POR
CAZAR”.
EDITORIAL: ANAYA
ESCRITORA: BLANCA ÁLVAREZ. ILUSTRADORA: LAURA CATALÁN
A los ojos de los niños una guerra es, mientras dura, lo que
van perdiendo pero, tal vez, lo peor de las guerras viene cuando acaban y los supervivientes
tienen que luchar para que no caigan en el olvido.
Ryo, el protagonista, nos cuenta cómo, durante la Segunda
Guerra Mundial en Japón, una guerra, que no entiende, le hace perder poco a
poco todo lo que más ama.
Hacer llegar a jóvenes lectores una ambientación tan
diferente a la de occidente, en sus costumbres, en su forma de pensar, es un
gran logro de Blanca Álvarez con las letras y de Laura Catalán con sus
ilustraciones.
No es fácil simplificar con las letras la manera de vivir de
un niño japonés en la más terrible guerra del siglo XX para que, sin perder su
esencia, sea comprendida por un niño del siglo XXI. El texto relata
acontecimientos espantosos que ha sabido la escritora exponer de manera creíble
para lectores a partir de 11, 12 años, pero el relato no pierden fuerza cuando
cae en manos de jóvenes… y no tan jóvenes.
Tampoco debió de ser fácil para la ilustradora que hace
surgir las escenas a través de una combinación muy especial: un tono base que
nos recuerda al cartón, suave y usado, más que al papel y sobre él, pocos
colores. Esta combinación de tonos llevada al papel a través de líneas suaves y
de rostros y cuerpos muy expresivos complementan la lectura y fijan en nuestra
memoria esos particulares momentos en la vida de los personajes.
La dulzura de unas imágenes dentro de una historia durísima,
o, una historia muy dura con ilustraciones muy tiernas. El resultado es que
letras y colores nos llevan hasta el 9 de agosto de 1945 pero por el camino
conoceremos a la familia de Ryo y a su primer amor, pero también sus sueños,
sus miedos, sus deseos y sus incertidumbres.
Al principio decía que: “…tal vez, lo peor de las guerras
viene cuando acaban y los supervivientes tienen que luchar para que no caigan
en el olvido”, bueno, creo sinceramente que este libro cumple la labor de que
no olvidemos que una guerra trae la muerte, pero también ayuda a responder a
una pregunta de su autora, ¿quién recuerda a los niños?, me atrevería a
contestar diciendo que todos los que lo leamos no podremos olvidar nunca a los
niños de Nagasaki.
Quisiera terminar aludiendo al título, que desde el primer
momento me pareció curioso. Blanca dice que se lo debe a su abuelo paterno,
pero que sonaba en gallego, pues terminaré diciendo, sin acento gallego, las dos
versiones que dependiendo de unos u otros podrían acercarse a como ella lo
escuchaba:
Quedanche aínda ratos por cazar
Aínda che quedan ratos por cazar
No hay comentarios:
Publicar un comentario